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A propósito de las cajas de ahorro

Lo siento pero leyendo el artículo de Daniel Gómez, de Podemos,  Hablar de fútbol sala fue hablar de Segovia, no me he podido reprimir.

El artículo tiene la bondad de reflejar el “meme”, el encapsulado para consumo mediático rápido, a propósito de la extinción de Caja Segovia. Resumiendo, viene a decir que fueron los políticos, y muy especialmente los políticos locales, los que por codicia acabaron con una institución que realizaba –todos lo recordamos- una gran labor social.

Esto es una simpleza, y pido perdón por la descortesía. Las cosas no fueron así. O por mejor decir, no fueron solo así.

Lo cierto es que la crisis de la titulación y la burbuja inmobiliaria eran una absoluta realidad, denunciada por la prensa para quien quisiera leer mucho antes de 2008.

En los años 90, las cajas irrumpieron el mercado inmobiliario quedándose buena parte del pastel minorista que hasta la fecha dominaban entidades como Santander, BBVA y La Caixa. El caso es que, dado que el negocio directo iba a menos, las tres grandes empezaron a actuar como mayoristas. Prestaban a las cajas menores para mantener a todo trapo al sector inmobiliario. En rigor, esto no es muy así, pero es así. En la práctica el dinero va y viene de Alemania a Italia pasando por Londres. La cuestión es que existía una gran banca y una banca minorista que abiertamente presionó para montar la burbuja inmobiliaria (y de titulación). Tasadores, banqueros, políticos y mercado participaban de un credo común: la vivienda nunca baja.

El Gobierno, tanto de Aznar como de Zapatero, de un modo absolutamente irresponsable (especialmente el segundo, pero con el pleno apoyo del PP), incentivaban increíblemente esa burbuja. De manera, que vislumbrándose el estallido (e insisto, si tiran de hemeroteca verán que los avisos se remontan a 2002, sino antes), las tres grandes, con un enorme peso en los entresijos del Banco de España, impulsaron una operación de “aclarado” para fusionar las pequeñas cajas.

El objetivo era garantizarse la recuperación de lo prestado. Así de claro. Si peta la Caja de Logroño alguien se comía el marrón. Si se sumaban las pequeñas cajas, el pool restante respondía del agujero.

Por supuesto que había distorsiones políticas locales y autonómicas y a todos los niveles. Salarios y prebendas que hoy resultan indecentes (no entonces). Pero la verdadera presion llegó en forma de Banco de España y Banco Europeo. Se apretó a Zapatero para poner en marcha las fusiones, y así se hizo.

El tema figuraba en la agenda de todos los partidos. De UPyD al PP, del PSOE a IU, todos incidían en terminar con las pequeñas cajas. Por razones distintas, puede. Pero pocas cosas menos de moda a mediados de la primera década que defender a las cajas de ahorro.

Y eso que para Segovia, la torta era evidente. Tan evidente que yo (que nunca he sido impositor, ni siquiera seguidor del fútbol sala) cándidamente pensaba que iba a asistir a una intensa movilización ciudadana. El tema lo merecía (pensaba yo).

Nada de eso pasó. Todavía no había llegado la crisis. Los españoles en general y los segovianos en particular, una vez más, se desentendieron. Y debo citar como excepción local al entonces alcalde Pedro Arahuetes (y quienes me leen saben que no soy precisamente dado a reconocerle logros) y al hoy vicepresidente de la Diputación José Luis Sanz Merino. Si Daniel repasa la hemeroteca, verá que las únicas voces públicas moderadamente discordantes del discurso hegemónico en Segovia fueron esas, y añadan una timidísima reacción de la Cámara de Comercio.

En honor a la verdad, gente del sector más puestos que yo en el tema, explican que para entonces, en 2006 y 2007,  “no había forma”. El BE, en su afán de garantizar el sistema financiero, puso unas crecientes condiciones de mercado con las cuales las pequeñas cajas ya no tenían fondos para ir pagando los créditos de los mayoristas. Al final hubo que pasar por el aro de un inmenso entramado capilar que podemos llamar la Gran Banca.

El siguiente capítulo es todavía más rocambolesco. De cómo el Banco de España (cuyo ex presidente sigue increíblemente en libertad) bendijo unos balances contables de cuento, movilizó cientos de millones para dorar la píldora (de ahí salieron prejubilaciones escandalosas y menos escandalosas), se santiguó y forzó a cajas a casarse con otras cajas en medio de un ambiente de desconfianza generalizado. En los stafs sabían que todo el mundo estaba maquillando cuentas, que los números que presentaba tal entidad o tal otra eran puro camelo, pero como estaban bendecidos por Mafo y la zanahoria pro-fusión era verdaderamente opípara…

Y entonces vino la crisis.

Resumo. Se culpa a los políticos del desastre. Bien, no les falta razón a los acusadores. Pero lo cierto es que los dichos políticos solo han sido el probablemente merecido chivo expiatorio de una movida diseñada por la gran banca para mantenerse a flote en la más que previsible crisis de titulación e hipotecaria que se cernía. Una maniobra ciertamente bendecida (y coincido ahí plenamente con Daniel) por el poder político, la casta, en términos podemitas, que llegó a la desfachatez de aprobar productos tan tóxicos como las preferentes. Pero atención, una política a la luz del día y obedientemente asumida por el electorado.

Para Segovia el castañazo ha sido total, aniquilador e irrecuperable. Y nada más hay que salir a la calle para verlo.

En lo que debo insistir es que la movida se urdió a la vista de todos. Que el personal, en general, carece del menor atisbo de cultura económica y ni ganas de tenerlo. Que cuando algún cantamañanas explicaba en el bar lo que supone para Segovia la pérdida de 500 sueldos, la obra social, y más importante, el fin de la autoinversión territorial, pedían la cuenta. Que el aparentemente inofensivo “yo soy de letras” dicho con sorna para ahorrarse unos numeritos, es socialmente letal. Que la peña se empufa por siglos sin por supuesto leerse ni la primera frase del contrato, ni mucho menos, gastarse mil duros en un abogado ni que sea para saber donde te metes. Somos así de listos, Daniel, en este país. Y así va.

¿La culpa es de todos? No creo en los discursos de la culpa. Objetivamente existen el poder y sus dinámicas y existe la ignorancia del pueblo. Contra el poder poco se puede hacer. Contra la ignorancia, mucho.

Author: Luis Besa

Luis Besa. Periodista,

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2 Comments

  1. Entre todos la mataron y ella sóla se murió. Más o menos, señor Besa, eso sí con algunos intereses espurios, desde hace años, de los Partidos políticos en su afán de dominar y domeñar ‘la caja’ con intereses clientelares, como si las entidades fueran su flotador a la hora de ‘invertir’ en pueblos o en campañas electorales o, incluso, en los negocios de algunos agraciados con cargo en consejos de administración que algo caerá al partido (sindicato, organización social) de turno… como poco más o menos.

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    • A eso voy, amigo Cajero, no quiere relativizar los intereses espúreos locales. Pero entiendo que ese poner el énfasis ahí es eclipsar la situación. Los desmanes, que los hubo, claro, tienen un contexto, y la ruina otro, en concreto, todo el boom inmobiliario y las movidas de la Gran Banca. Pero sí, básicamente, entre todos la mataron y ella sola…

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